La Escalinata de Villa Marco
Trece son sus pelda�os en la entrada principal, ni uno m�s. Pero infinidad de sue�os gestados en cada uno de ellos, guardados durante...muchos a�os..
Trece son sus pelda�os en la entrada principal, ni uno m�s. Pero infinidad de sue�os gestados en cada uno de ellos, guardados durante...muchos a�os, pues ni el m�rmol ni las piedras hablan, y la ni�a que so�aba sentada en cada uno de ellos mientras iba cumpliendo primaveras los mantuvo escondidos en los invisibles pliegues de su coraz�n.
Una generaci�n educada para guardar obediencia a los mayores, bordar el ajuar, ennoviarse, casarse y formar una familia, en ese orden.
Cosas de la �poca que a muchas nos toc� vivir.
Al pasar los a�os, y cuando se han visto transcurridas las etapas y te ved con los a�os cumplidos e ilusiones no realizadas comienzas a volver la vista atr�s y hurgas en los laberintos del cerebro que, a trav�s de la retina te regala retazos de reminiscencias de aquellas etapas vividas...es como querer alcanzar aquella estrella que naci� con contigo, pero que se mantiene alejada haciendo un gui�o de vez en cuando, y poco m�s.
Pacientemente observ� en el tiempo las aves que habitaban en las copas de los pinos que daban sombra al jard�n del Palacete; iban y ven�an seg�n las estaciones, del mismo modo que brotan los Lirios y, al segarlos emergen de la tierra con m�s br�o a la temporada siguiente.
Acompa�aba desde muy peque�a a mi abuelo el labrador, que era � el martaver� de la Partida de El Fabraquer, ( encargado de las aguas de regad�o) cuando iba a Villa Marco y, mientras conversaba con el casero de la finca, apurando varios cigarrillos, yo me alejaba, lo justo para no escapar a su visi�n, y me sentaba en el primer escal�n dejando descansar mis cortas piernas sobre la gravilla.
Sucesivamente fue subiendo los escalones, a veces acompa�ada de mi amiga Mar�a Teresa, hija de los caseros de un chalet colindante propiedad de un afamado m�dico de la capital.
Mar�a Teresa y yo compart�amos afici�n por la libreta y el l�piz, ambas quer�amos ser escritoras de mayores.
Algunas veces aparec�a un ni�o, que viv�a all� mismo, y siempre nos hac�a alguna trastada. Con mi amiga se llevaba mejor, ya que a ella le gustaba trepar a los �rboles a coger nidos, mientras yo me quedaba sentada en la escalinata por si aparec�a el pr�ncipe azul.
Solo llegu� hasta el noveno escal�n ya que, reci�n cumplidos los nueve a�os y con apenas tres de colegio, me vi subida a un avi�n bimotor que nos llevar�a a mi madre y mis hermanos con destino a �frica del Norte donde mi padre llevaba un tiempo trabajando en los astilleros �Sosico Valor�, junto a otro campellero, Pepe Baeza, el cual estaba acompa�ado de su esposa Maruja Marco y su hijo Jean Marc. M�s tarde pasaron a trabajar en la construcci�n de un yate para un acaudalado franc�s ( uno de los jefes de la marca Kelvinator.
) Con sede en la Rue de L�Enfer, Oran.
Desde el avi�n, asustada por lo desconocido, vomitando sin parar por el mareo de las alturas, dejando atr�s el aeropuerto de Manisses ( Valencia ), familia, colegio, mi Palacete Villa Marco, sue�os e ilusiones, aterrizamos en otro mundo donde se hablaba otros idiomas varias etnias, una bandera visible, �la Bleu Blanc Rouge�, ondeando desde todos los m�stiles y otra semi ignorada, la de la media luna presta a resurgir.
El primer d�a de colegio fue horrible, all� sola entre tantas ni�as francesas, musulmanas y jud�as. Yo para todas ellas era el nuevo � burrico d�espagne�. Tanto tiempo en mi Pa�s obligada a cantar el Cara al Sol, tuve que aprender a marchas forzadas La Marsellesa y mostrar respeto a las fotograf�as del General De Gaulle. Pero eso no dur� mucho.
Mi padre obtuvo un nuevo contrato en los astilleros de Beni- Saf, propiedad de los �Hermanos Boronad�, oriundos de Calpe ( Alicante ) donde tambi�n trabajaba un joven de San Juan llamado Faustino. Para entonces ya se hab�a desatado una guerra fr�a; las revueltas de los � felagas� ( guerrillas musulmanas) se hac�an notar y los cuellos cortados aparec�an d�a si y d�a tambi�n.
El toque de queda se impuso y los militares patrullaban por doquier.
Conmigo lo intentaron; a�n hoy siento en mi cuello el hilo de fino acero presionando la piel hasta el ahogo, haciendo brotar la sangre hasta el punto del desvanecimiento.
Y como se re�an aquellas moras: Messian y Leila se llamaban, nunca las olvid�, ambas eran compa�eras de clase... y � chit�n y a callar� o lo pr�ximo ser�a peor.
La cosa iba de mal en peor, el pueblo musulm�n de Argelia estaba harto de ser gobernado por otro Pa�s ( Francia ) y quer�a su independencia.
( Siempre pens� que sus motivos tendr�an. No todo el mundo quiere el progreso y mucho menos que la mujer espabile y reclame sus derechos ).
Una noche nos acostamos completamente vestidos con la mejor ropa, mi madre se escondi� los pasaportes en el sujetador; �iba a pasar algo! Abrimos con sigilo la puerta de casa y all� apareci� nuestro perro acuchillado. Sin duda est�bamos rodeados.
Asustados vimos a mi padre abrir el caj�n de la mesilla de noche y sacar una granada de mano, de las llamadas pi�a, que tiene una argolla para activarla con los dientes, m�s una pistola FN, de fabricaci�n Belga, llamada en el argot coleccionista � la plana�.
De pronto o�mos unos golpes, provocados con un hacha o un machete, en la ventana de la habitaci�n de mis hermanos...s�, estaban all� e iban a por nosotros, y eso que no �ramos � pieds noir� ni est�bamos en su lista negra ni mi padre pertenec�a a la OAS.
De pronto empezaron a o�rse r�fagas de subfusiles que pasaban silbantes muy cerca perdi�ndose entre la frondosa pinada del jard�n.
Las musulmanas se desga�itaban enroscando su lengua (seg�n la costumbre bereber ), escondidas en alg�n lugar, lo cual incitaba a sus hombres hasta hacerlos enloquecer...� no hab�a que dejar a ning�n europeo con vida! Al fin pudimos salir de casa, no hab�a m�s remedio. Pasamos por encima del pobre animal y conseguimos escondernos entre unas matas de habas que planto mi padre, gracias a Dios bastante crecidas.
Arrastr�ndonos sobre la h�meda tierra llegamos hasta una peque�a puerta trasera que daba al camino donde tiempo atr�s me quisieron ahogar, pero la sorpresa fue may�scula, pues a mi padre se le hab�a olvidado coger la llave del candado y no se pod�a retroceder. Entonces o�mos voces de vecinos que nos llamaban y comenz� un concierto b�lico inacabable, hasta que vimos parte del muro derrumbarse ante el empuje de las orugas de un blindado que ven�a en nuestra ayuda.
Salimos de Argelia con menos bienes que llevamos...mejor dicho con lo puesto. Y gracias que Franco mand� unos barcos para todo espa�ol que quisiera repatriarse. Algunas familias eligieron marchar a Francia.
Cuando divisamos el Cabo de Palos las l�grimas flu�an por nuestras mejillas, est�bamos en casa, y aunque llev�bamos los puesto ten�amos algo muy valioso, la vida, y el conocimiento de otro idioma que aprendimos correctamente.
Al poco de llegar a nuestro pueblo El Campello, mi madre aconsejada por el joven doctor Oncina ( hijo de don Paco, � el metge de tota la vida�quien dicho sea de paso asisti� a mi madre en mi dif�cil alumbramiento, ya que mis seis kilos de peso escapaban a los conocimientos de Catalina, la matrona del pueblo, seguramente por el peligro de desgarros ) me llev� a estudiar ingles. � La xiqueta en tres idiomes tindr� les portes obertes�- dec�a don Jos� Oncina- As� que la se�ora Beverly, una joven inglesa casada con un conocido campellero( Emilio Lledo), fue mi profesora, en su casa junto a los astilleros de Pedro Vaello, muy cerca de � la Pe�eta�, rozando el mar.
Pronto aparecieron los comentarios ya que mis vestimentas no eran las adecuadas; pantal�n largo, corto, minifalda...y no digamos el bikini. Y, bueno, era el colmo bailar el twist, y el rock and rol, en la plaza de la Iglesia y en las fiestas del Carrer la Mar...eso lo pod�an hacer las veraneantas extranjeras, no una jovencita que hab�a vuelto de los moros repatriada y viv�a con su familia en la casa de los abuelos, al otro lado del � Ri� Seco�. � Pero yo, era feliz!, � un d�a a la universidad! Pero la fatalidad hizo que mi padre sufriera un accidente de trabajo que lo tuvo de hospital en hospital, merm�ndose todas mis ilusiones.
As� que, empec� a trabajar de int�rprete para franceses y belgas, en la compra de apartamentos y visitas notariales, cuando se empez� a construir en la playa.
Siempre que pod�a cog�a la bicicleta de mi madrina y me escapaba a Villa Marco, all� ten�a cosas pendientes y unos pelda�os por subir, ya que cuando march� andaba por el noveno, hasta trece a�n quedaban cuatro.
Mi amiga Mar�a Teresa llevaba escritas no se cuantas libretas sobre la guerra civil, ( a�n las conserva) las m�as se esfumaron al igual que mis sue�os...aunque no la memoria.
A todo esto lleg� el boom Marisol y Roc�o D�rcal; a esta �ltima la llegamos a conocer mi prima Lolita y yo, ya que veraneaba por aqu�, incluso la segu�amos cuando bajaba a la playa, siempre acompa�ada de damas de compa��a. Era una chica preciosa, con mucho porte. Cuando, �bamos a ver alguna de sus pel�culas al cine Carrillo en verano, o al Marina en invierno, era como estar nosotras mismas dentro del celuloide.
As� que entre Marisol, la Durcal, el D�o Din�mico y Los Beatles lleg� el destino siguiente y empec� a desempolvar el ajuar para dar paso al amor, los besos robados y todas los pecados con los que nos ten�an amedrentadas nuestras madres. Al casarnos pasamos de lo ilegal a lo legal, pero sin demasiadas efusiones p�blicas que ofendieran la atenta mirada de nuestros mayores...O sea, que deb�amos seguir creyendo que los ni�os ven�an de Paris, aunque nuestra barriga demostrara lo contrario. � Volver�amos a esa �poca?, personalmente a veces lo deseo, otras no, seg�n el estado de �nimo. Porque lo que est� claro es que vivir la �poca presente siendo las pardillas de entonces, pues...como que no. Otro gallo cantar�a si pudiera ser vivir hoy aquella juventud nuestra con la sapiencia adquirida con los a�os...� ja, ja,ja!.
Pero lo bueno de todo, lo que verdaderamente vale la pena es poder sonre�r al recordar nuestra trayectoria cumplida, haber aprendido de lo bueno que nos brind� la vida y sobre todo creer que lo malo han sido pruebas que hemos superado, y como los hijos ya desplegaron sus alas, coger a los nietos, que a�n no las han abierto, y llevarlos a los lugares que marcaron esas vivencias; al Palacete Villa Marco, hoy propiedad del pueblo, explicarles su historia: como reverdec�an los campos a su alrededor y reventaban las amapolas. Cuando por la Candelaria amanec�a un Fabraquer nevado con los almendros en flor. Las plantaciones de algod�n, trigo, alfalfa y tomateras...las carretas de las fincas engalanadas a�o tras a�o dispuestas a celebrar la Romer�a de San Pascual ...y, entre tanta historia, su abuela, que tambi�n fue ni�a y se sentaba cumpliendo a�os en la hermosa escalinata...uno, dos, tres cuatro...
y de ah� hasta el infinito. Porque el ser humano f�sicamente desaparece, no as� las Bibliotecas, Hemerotecas y testimonios orales trasladados a las nuevas generaciones...
a no ser que se cumplan los tiempos y lleguen como ladr�n en la noche borrando la faz de la tierra. |